Exposición
ORGÁNICA
4 de octubre al 30 de noviembre de 2025
Centro Cultural Las Condes
La repetición y su monotonía da origen a formas nuevas y totalmente distintas al patrón que las originó, cuando el espacio forma parte del todo.
En mis Esculturas ese espacio no es vacío, es tiempo, pausa, ritmo, es todo lo necesario para transformar lo monótono y pesado que tiene la repetición en algo dinámico, diferente y dar un paso a un cambio, algo nuevo. A una nueva forma.
María Angélica Echavarri
Serie de 14 esculturas
ORGÁNICA
ORGANICA I
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 12 cm
Diámetro: 32 cm
Año 2025
ORGANICA II
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 25 cm
Diámetro: 45 cm
Año 2025
ORGANICA III
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 53 cm
Diámetro: 47 cm
Año 2025
ORGANICA IV
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 25 cm
Diámetro: 40 cm
Año 2025
ORGANICA V
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 27 cm
Diámetro: 50 cm
Año 2025
ORGANICA VI
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 40 cm
Diámetro: 84 cm
Año 2025
ORGANICA VII
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 40 cm
Diámetro: 40 cm
Año 2025
ORGANICA VIII
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 50 cm
Diámetro: 23 cm
Año 2025
ORGANICA IX
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 48 cm
Diámetro: 36 cm
Año 2025
ORGANICA X
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 45 cm
Diámetro: 35 cm
Año 2025
ORGANICA XI
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 55 cm
Diámetro: 50 cm
Año 2025
ORGANICA XII
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 70 cm
Diámetro: 46 cm
Año 2025
ORGANICA XIII
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 50 cm
Diámetro: 35 cm
Año 2025
ORGANICA XIV
Material: Acero carbono pintado con pintura electroestática
Alto: 85 cm
Diámetro: 45 cm
Año 2025
En los últimos años, la obra de Angélica Echavarri ha dirigido su mirada hacia el caos y la violencia. Desde allí ha generado piezas que articulan este diagnóstico a través de montajes paródicos y esculturas de madera, de lenguaje abstracto y dinámico. Quizás estas obras permitan comprender, en parte, lo que ocurre en este nuevo cuerpo de trabajo. Aquí cada pieza expuesta es la reiteración de una forma que, al girar en torno a un eje central, produce un volumen cerrado en sí mismo. Es como si se tratara de una reacción: el reverso de su producción más reciente.
Lo que antes se abría y expandía como una explosión, hoy se repliega sobre sí mismo, encontrando sentido en ese recorrido circular donde cada unidad formal se enfrenta con sus pares.
Opera entonces un principio simple de repetición que, en su economía de forma y de ensamble, resulta sorprendentemente eficaz. Todo se articula desde el centro y de pronto emerge un volumen lleno, impredecible si observamos de manera aislada las piezas que lo conforman. La artista diseña y recorta en metal una forma que, tras sucesivas repeticiones en torno a un eje, despliega un volumen sólido. Sin embargo, este no es compacto: está atravesado por pequeños vacíos que hacen de él una figura dinámica, un pliegue que describe tanto el volumen como los huecos que lo habitan.
El antecedente directo de estas obras se encuentra en la propia trayectoria de Echavarri. En su producción para la Universidad de los Andes ya había explorado esta estrategia, generando un volumen dinámico que se expandía en el espacio sin llegar a cerrarse. Entonces, la forma generatriz era la de unas alas, cargadas de un simbolismo espiritual evidente. Hoy, en cambio, desaparece el símbolo para dejar lugar a una voluntad deliberada de experimentar con el placer de la forma: descubrir cómo, a partir de un elemento aparentemente anodino, surge otra cosa.
De eso se trata quizá el arte: de encontrar algo allí donde nadie lo ve. O, como en este caso, de crearse las condiciones para propiciar la sorpresa, semejante a esos adornos de papel que colgaban en las fiestas de antaño. Cada pieza conforma una suerte de constelación. No son cuerpos celestes, sino estructuras negras u otras tonalidades, que ofrecen caminos, posibilidades y potencias. Al mismo tiempo, evidencian lo que son en el presente: hallazgos que la artista solo alcanza a descubrir al final del proceso.
Este laboratorio de la forma mantiene a Echavarri ocupada y entusiasta. Su exposición se revela como la oportunidad de acercarnos a un nuevo comienzo en la trayectoria de una creadora que, de manera constante, cuestiona lo que hace y los procesos que atraviesan cada uno de sus proyectos.
César Gabler.
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